Parece un hotel que quiere ser una discoteca, con una bola reflectante en el techo de la recepción, música alta en el lobby y en los pasillos, inodoros *****s en las habitaciones y terciopelo por todas partes. La mayor consecuencia de esta crisis de identidad para los huéspedes es la confusión del personal y de los espacios comunes hotel: los recepcionistas son majos, pero apuntaron mal la matrícula de nuestro coche (dos veces) así que nos multaron en el parking concertado (de pago) del hotel y no dan la sensación de saber lo que hacer en ningún momento (pánico constante cuando alguien tiene que recoger una maleta previamente dejada en consigna). Para llegar a dicho parking hay que atravesar la cocina, donde se puede ver a los camareros almorzando o cenando según la hora del día (parece la escena de Unos de los nuestros donde Ray Liotta entra en una discoteca desde la cocina). Las habitaciones y las camas están bien, pero también aquí hay detalles raros como la falta de caja fuerte, teléfono y pañuelos. Además está situado en una zona de oficinas incómoda para alcanzar el centro de Göteborg y demás puntos de interés, como Liseberg, por ejemplo. Resumiendo, un hotel claramente no para familias y más enfocado a un público joven que viene aquí a divertirse en el club Pachanga (una discoteca dura y pura, en el piso 27) y no para hacer turismo
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