Imposible estar mejor. Una casa señorial preciosa, con cuidada decoración y gran jardín, donde enseguida te sientes como en casa. Habitación impecable y muy cómoda. Buen desayuno. Te dan libre acceso a la cocina, lo cual resulta muy cómodo. Pablo, el dueño, encantador, nos dió recomendaciones y ayudó con las reservas. Pero sobre todo el verdadero tesoro del lugar, Rosa, la encargada, que además de mantener el lugar impecable, desde el primer momento te trata como si fueras de la familia; te cuida y te mima de tal manera que hace que no quieras marcharte nunca. Todo un descubrimiento, la verdad.
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