Con varias décadas de antigüedad, este hotel frente al mar está situado en la parte oriental de una gran bahía. Como nota positiva, la recepción inicial y el servicio de bar fueron bastante satisfactorios, y las vistas desde la terraza son, francamente, excepcionales. Sin embargo, su ubicación junto a las rocas y la arena de la playa infringe la legislación costera española introducida posteriormente. Como consecuencia, hace años que no se llevan a cabo ni obras de renovación ni reformas del edificio, y se prevé su demolición tarde o temprano. En el interior, la ornamentación y las instalaciones son de antaño. En la comedor, o sea la sala de desayunos, el bufé de la mañana era básico: continental, es decir, frío.. No había huevos; uno se hacía a la idea de que el coste era un factor limitante. Además, los diversos carteles decrépitos que prohibían sacar comida del comedor parecían innecesarios. Las supuestas sustracciones parecían poco probables. Nuestra amplia - aunque ciertamente no grande - habitación doble tenía una cama estándar de 135 x 190 cm con un somier económico. El tapón (había solo uno) del lavabo y de la bañera era demasiado pequeño, lo que desperdiciaba agua al afeit**** e impedía bañ****. Sólo había dos enchufes: uno en el pequeño cuarto de baño y otro para la televisión. La construcción de este hotel era claramente anterior a la era de los dispositivos electrónicos portátiles etc. Si querías cargar el teléfono o la tableta, tenías que utilizar el enchufe del secador de pelo del cuarto de baño o desenchufar el televisor, lamentablemente pequeño y del tamaño típico de los que se vendían hace trece o catorce años. También anticuado, el espasmódico ascensor de carga desde la recepción hasta la primera y segunda planta. Da a basto por una persona con una maleta. En cambio, los precios de las bebidas están muy al día: ¡15€ por dos gintonics en la terraza! Por ese precio se puede comprar una botella bastante respetable del embriagador aguardiente de enebro ;-}.
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