Un placer alojarse en este magnífico palacio renacentista ubicado en un altozano con amplias vistas a la llanura alavesa. Nos alojamos en una habitación doble superior, amplia, impecablemente limpia, con mucha luz y con vistas al llano. Las camas, muy cómodas, y el ambiente de quietud que se respira es este parador, procuran un descanso realmente sanador. El personal del restaurante, espacio impresionante con techo de recio entramado de viguería de madera, es muy atento y entusiasta. Se sirven unos platos muy bien ejecutados como el "guisiote de alcachofas, espárragos y cardos en salsa de almendras" o la suculenta "paletilla de cordero lechal". Mención aparte merece el desayuno, con una increíble variedad de delicias. Un jamón buenísimo, huevos y beicon cocinados al momento, quesos locales, como el Berria de Álava y todo tipo de dulces. Hasta cava para poder brindar exultantes por tan grata experiencia. Y en el exterior, el sauce que preside la zona verde, produce una sensación de felicidad que al respirar te llena el pecho. Gracias a todo el personal del Parador de Argómaniz por tan agradable estancia.
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