A los pies del volcán Montaña Roja, de facil ascensión desde el propio hotel, en este pequeño hotel se disfruta de la tranquilidad. Disfrutamos de una suite con dos habitaciones, un a sala con sofá, televisión y una pequeña nevera (donde enfriabamos nuestras cervezas); una terraza con dos aamacas y una mesa con cuatro sillas (Donde nos tomábamos las cervezas). Todo pegado a la piscina. Desayunos y cenas correctas, sin nada especial que destacar, si acaso un pelín repetitiva en las cenas. Los horarios nos sorprendieron un poco de inicio, ya que las cenas se acaban a las 21:00, pero al ser una hora menos que en la península, no cuesta acostumbr****. El personal del hotel muy amable y atento. Buen sitio para vacaciones tranquilas. Muy bien en geneal
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