Un lugar mágico en un entorno de ensueño. Todo el establecimiento está diseñado cuidando hasta el mínimo detalle, respetando la cultura y la historia de la región. Las carpas/cabañas son un encanto, repletas de calidad y calidez. Cada una rodeada de plantas que las hace diferenciarse entre si, con una vista increíble. Todo el personal está siempre atento y dispuesto a colaborar. Charly, el mozo, es un crack. Héctor, el gerente, atento a cada necesidad. Y el chef, Linder Padilla hizo de nuestros desayunos y nuestras cenas, una experiencia superlativa. Utilizando gran parte de los alimentos, provenientes de su propia huerta orgánica, que no deben dejar de visitar. Si bien no tuvimos tiempo de utilizar el SPA, se ve hermoso. Tuvimos la oportunidad de hacer, la última noche, un fogón, y una meditación, que nos dio un cierre místico al nuestra visita al Valle Sagrado. Nos fuimos con muchas ganas de volver.
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