Desde el primer momento la amabilidad y el trato del personal fue fantástico. Es un hotel pequeño, sencillo, típico edificio antiguo portugués de azulejos. La zona de pasillos algo más antigua, pero en buen estado. La habitación reformada, salvo el armario que estaba más viejillo, muy limpia, algo pequeña, pero más que suficiente y muy cómoda. La ubicación del hotel es inmejorable, en el mismo centro, cerca de bares, de la avenida principal, supermercados, del mercado do Livramento. Desayuno continental completo, destacando los tartas caseras, los croissants frescos y la variedad de panes portugueses. No tiene parking, pero sí sitios reservados en la misma puerta del hotel para los huéspedes. No te aseguran el aparcamiento por si se acabaran, pero nosotros en pleno agosto no tuvimos problema.
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