Hemos estado en la suite Berta con vistas a los Mallos de Riglos y al amanecer. Desde Murillo hay excursiones que no nos podemos perder. La casa muy acogedora, y la habitación preciosa, con todo lujo de detalles que nos ha explicado Rafael, el dueño. Pero si la habitación estaba bien, todavía mejor la hospitalidad de los dueños. Nos hemos sentído como en familia, mostrándonos algo muy bonito que están creando y cantándonos incluso después de la cena (vaya voz, José Luis!). Buenísima la crema de calabaza, por cierto. Y el desayuno impresionante. Para repetir: Se les coge cariño en menos de 24 horas.
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