Comodidad, cortesía, limpieza, amabilidad, etc, son pocos nombres para describir la calidad del hotel. El propietario, Antonio Rodríguez Agredano, es un señor volcado con su establecimiento y con sus clientes. Todo son facilidades y ganas de agradar, pero sin servilismo. El lugar es muy céntrico y acogedor. Desgraciadamente, las campanas del ayuntamiento (cercano), que dan las horas día y noche, suponen un aspecto negativo en el conjunto. Las habitaciones y baños son amplios y cómodos. El desayuno es maravilloso. Han sido cuatro días espléndidos ya que en la zona hay mucho que ver y disfrutar.
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