El edificio original del castillo está situado en un bosque precioso, es pequeño y encantador como un cofre de joyas. Después de un viaje de cuatro horas y media hasta allí, esperábamos un trato cinco estrellas como corresponde al hotel. No obstante, la atención a la llegada fue mínima, preocupados únicamente porque moviéramos nuestro coche del área de aparcamiento de llegadas hacia el habilitado para huéspedes. No ofrecieron ningún tipo de refrigerio (usual en esta categoría), ni ayuda con las maletas a pesar de decirlo a la recepcionista. A pesar de la reticencia del personal porque quedaban 20 min para que cerraran el servicio de habitaciones, finalmente accedieron a atendernos. Nos sorprendió bastante lo limitado del horario —de nuevo para un cinco estrellas—, lo escaso de la oferta para los snacks y aperitivos, además de lo escueto de la presentación y calidad de lo que pedimos: unos sándwich mixtos muy pobres en elaboración y presentación (sin ningún acompañamiento). Las croquetas que pedimos estaban bien aunque también pedían algún tipo de acompañamiento. Unos días antes a nuestra llegada, nos avisaron de un cambio de habitación a una superior por requerimientos en reservas para otros huéspedes. La nueva fue muy satisfactoria aunque alguna pieza de mobiliario necesitaba alguna reparación.
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