Ya he visitado Cirqa antes y no es la primera vez que tengo inconvenientes con la reserva. En esa ocasión, sentí que me estaban haciendo un favor por dejarme entrar; la energía era incómoda, como si los comensales externos al hotel no fueran realmente bienvenidos. Esta vez intenté reservar para cenar con un grupo de amigas, una de ellas con claustrofobia. Pedí no ser ubicadas en la catacumba por razones médicas y la respuesta fue: “si está ocupado, será ahí”. No hubo empatía ni intención de ofrecer una alternativa, ni siquiera por un servicio corto de 1h30. También pregunté por el desayuno y, aunque tienen carta impresa, no aceptan pedidos a la carta. Solo se ofrece un desayuno completo de S/120 por persona, sin opción a elegir platos sueltos. Cirqa se vende como exclusivo, pero la experiencia es rígida, fría y poco acogedora. Si el restaurante está pensado solo para huéspedes, sería más honesto aclararlo y manejarlo como espacio de uso exclusivo. Y sí, el lugar es precioso, muy “instagrameable”, pero la comida no es nada del otro mundo. En Arequipa hay otras opciones igual de elegantes, con mejor trato y comida más memorable.
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